miércoles, 16 de enero de 2019

Tenía que gritarlo...


Cómo te extraño. No debo. No debería. No deberé. Pero a este maldito corazón no puedo detenerlo.
Me está matando. Poco a poco y no lo ves. No lo quieres ver. Nunca lo quisiste ver y ahora me estoy dando cuenta…quiero mentirme. Miénteme. Mentiras dulces que no duelan…cuchillos afilados con algodón.

Me entregaste primaveras; las convertiste en eternos inviernos. Me regalaste flores muertas y yo creía que eran eternas; ilusa.

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Débil. Rota. Perdida. Llorosa. Pequeñita. Así me has dejado y lo sabes, aunque no me hables, aunque no me veas, aunque no me leas. Me has dejado sola; siempre lo estuve, pero ahora me doy cuenta. 

¿Por qué me diste fuerzas para quitármelas de un plumazo? ¿Por qué me dijiste que jamás te irías si te fuiste sin decir adiós? ¿Por qué me entregaste falsa confianza? ¿Por qué me engañaste? ¿Por qué no fui esa única que tanto te llenabas la boca de decirlo?
Hundida, un pozo sin salida…no logro ver esa luz que me salve. Gracias. Las tinieblas tienen tu firma; la rúbrica de la falsedad.

Llamaste a mi puerta sin esperarte. Besabas las palabras, rozabas mi piel provocando volcanes; todos tuyos. Todos nuestros. Me marcaste sin apenas darme cuenta, adoraba esas marcas con tu esencia…anhelaba los susurros al despertar. Ansiaba tus miradas que desnudaban, que vestían con esa delicadeza que tú sólo entregabas.
Escuchabas mi silencio, me sentías en la distancia, tu respirar se convirtió en el mío…
Te sentí en cada poro de mi piel, en cada sueño tú eras el protagonista, el viento me gritaba tu nombre y te buscaba como una niña…perdida sin ti. Te dediqué cada luna, cada nuevo amanecer, te regalé mis sueños; aquellos que te llevaste.

Acuérdate de la melodía que creamos con nuestros besos, recuerda de la partitura de nuestra canción llena de propósitos, de planes, de fantasías, donde el dolor no existía, donde perderse en el otro jamás se planificó, pero ocurrió. Pasó. Miénteme. Dime que ocurrió. ¿Fue así verdad?
                                                  Me sentí libre atada a ti.
                                       Me sentí como un pájaro en nuestro mundo.

Y sigo sintiéndome así cuando cierro los ojos y te veo. Te veo en aquella puerta mirándome bailar en nuestro hogar con olor a jazmín. Me agarrabas fuerte por mi espalda, aquella que centímetro a centímetro saboreabas arqueando mi cuerpo hacia ti creando lujuria. Aquella que atabas con cuerdas sin dolor. La condena de tu mirada que me sigue arrastrando a ti sin remedio.

Fui yo. Fui niña. Fui mujer. Me hizo invencible la única debilidad que tenía: TÚ.
No tenía miedos. Miento, tenía uno y al final ocurrió. Te fuiste. Sin despedirte. Sin decir adiós. Sin un lo siento. Sin un quédate ahí. Nada. Silencio. Opacidad. Maldito presentimiento. Maldito tiempo. Maldito calendario. Maldito tú. Maldita yo.

Dime que fue auténtico. Que valió la pena. Que de algo sirvió sentir y perder. Perderte. Perderme. Dime que alguna vez no mentiste. Dime que me llevas en ti como te llevo yo. O dime algo. Pero dime.
                                                         Dime qué fuimos. 

Y te fuiste. O jamás estuviste. Jamás lo sabré; tú te encargaste de dejarme así. Las risas que creamos en este mundo gris las guardé en el cajón de los imposibles. Las promesas las tiré por el suelo donde me desnudaste, todas ellas. Los fantasmas se quedaron aquí, me adoran. Ellos no se van.
Los días pasaron y descubrí el juego. O eso creí yo. Pero los cobardes no hablan; callan. Tenías esa magia tan única, con una luz inmensa que sólo la veíamos tú y yo, arcoíris en días nublados.
Sentí muerte. Negué tu huida y la ira hizo acto de presencia. La rabia me quemaba tanto que ardía buscando culpables. ¿Fui la causante de tu adiós? Pero jugué con el tiempo y creé esa fantasía que jamás apareciste en mi vida; así dolía menos. Así engañaba a mi corazón. Qué estúpida.
Jugué a olvidarte. Jugué al no pensarte, jugué a que no me importabas. Esa partida la perdí y por goleada. Ganó el extrañarte.

Y costó. Y cuesta. Y sigue costando, pero acepté. Acepté que me dejaste sola. Admitir que jugaron o que se incumplen las promesas duele, pero nos toca ser realista.
Perdí. Más bien jamás fui partícipe de la partida de esta historia. Era la que creyó ser titular y realmente era la suplente. Soy sincera: siento que algo real fue. Siento que me llevas en ti. O es lo que deseo. Quizás me sigo mintiendo.
Marcaste canciones que me acompañarán siempre, incluso aquella dedicada a una despedida. Sonaba aquella noche que lloraba mientras hablábamos… la última noche que me desnude por ti.

No te exijo razones, no te pido motivos de tu adiós. No te pido que vuelvas, que me desnudes el alma que sentiste, no te pido que hagamos imposibles. Dominaste mi mundo sin apenas darme cuenta. Ganaste batallas y ahora se quedó la guerra en mí.
No me arrepiento. Jamás lo hago. Jamás lo haré. No me lamento de haberte sentido, de haberte extrañado, de sonreír al recordarte, al leerte, al soñar contigo. Jamás negaré que te entregué más de lo que creí y me di cuenta en tu jugada.
Mentirse es peor que reconocer que te necesité tanto que sentía que todo era una pesadilla, que era una irrealidad, una fantasía que pronto se diluiría…Llorar con rabia por no poder quitarte de mí.                                      
                             ¿Cómo se puede dejar a alguien que jamás fue tuyo?
Me quedé rota por dentro cómo ya no recordaba, cenizas que no arderán jamás. Sólo me queda él, el tiempo. El que da y quita razones. O no las da.
Y sigo aquí. Sonrío. No poseo luz, pero sigo caminando. Sigo aquí donde me dejaste cuando cogiste el camino y me diste la espalda, en el mismo lugar pero no soy la misma. Cambié. Me cambiaste. Todo nos cambió. Sé que no eres el mismo. Lo presiento. Sabes que sentí terror en tu partida, sabes la de lágrimas que todavía tienen tu sabor. Sabes que fuiste el pilar pero también lo que me derrumbó. Pero preferiste huir sin motivos, o éstos los desconozco. Y eso me supera. Necesito respuestas. Necesitaba…
¿Cómo se olvida? Por instantes quiero ignorar lo sentido pero es más inmensa tu fuerza.
Mil preguntas que mi mente intentaba buscar respuestas, buscando el porqué de algo que jamás existió en ti , o sí pero ahora es cuando la venda cae, lenta, se desliza con la oscuridad que implantaste en mi mundo.
Necesitaba decirlo. Necesitaba expulsarlo. Necesitaba chillar en esta noche fría de invierno. Tenía que llorar. Tenía que gritar aunque no me escuches. Aunque jamás lo leas, aunque jamás te des cuenta de lo que fuiste para mi.
                                                               Me despido.
Me marcho. De tu mundo. No te espero. Necesito irme de ti, me consumes. Extrañar a quién ni te piensa es perder el tiempo y quiero vivir. Quiero creer, quiero volver a sonreír. Quiero bailar aunque no haya esa mirada cautivadora observándome. Quiero soñar. Necesito locura. Ansío melodías y la tuya retumba en mi mente.
Si vuelves me tendrás para escucharte, pero no para sentir. Cerré el corazón con mil candados. Si vuelves no te exigiré razones, ya no.
¿Y sabes? Necesito que seas feliz. Aunque no sea a mi lado. Ese hogar ansiado, lucha por él. Jamás llores. Jamás sientas frío. Pídele que te proteja, que te abrace en las noches, que te bese dulcemente. Dedícale esas canciones a la vida que debes vivir. Sonríe y vuelve loco al mundo.
Seguiré protegiendo tus sueños, las pesadillas se quedaron conmigo.
Jamás sabrás que te quise, jamás lo supiste. Ni yo lo supe. Jamás sabrás que te lloré, que te sigo llorando. 
           
          Nunca llegaste a entender que tuvimos el paraíso en                          nuestras  manos enlazadas.


                                                                                                                                        Isabella.
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Fuente: Pinterest.