viernes, 25 de septiembre de 2020

Qué complicado...

Os voy a hacer una confesión: escribir en positivo se me hace muy difícil. ¿Extraño? No es un secreto para los que me conocen, pero decirlo tan abiertamente es un poco arriesgado y, a la vez, liberador. 

Cada escritor tendrá sus manías, su sitio preferido dónde deje volar su pluma, incluso tendrá sus horarios o la carencia de ellos. Como aprendiz tener unas horas donde esté dispuesta a hacer garabatos en ese folio en blanco lo veo casi imposible. Creo que la pluma me elige a mí y no al revés. Y sí, a veces es frustrante. 
En mis peores épocas es cuando me refugio en la música, en las letras, en mi mundo interior por muchos motivos. Uno de ellos es que allí puedo proteger al universo de mí misma. Incluso en las buenas siempre me escapo a ese lugar dónde me busco, me hago mil preguntas...y sueño. Pero en esos momentos estas como una cuerda floja porque si escribir puede ayudar también se puede convertir en sacar los afilados cuchillos. Y, para eso, hay que ser consciente que es como una resaca. Esa noche, esa tarde, el día después de liberar tus fantasmas te va a doler. Sientes un frío, un ruido silencioso y la prueba será esa biblioteca musical que te acompañó mientras escribías. 
   
                                       



Pero... ¿Y los días de luz? Leer letras de melancolía, de dolor, de angustia, de sueños incompletos, de desgarros en el alma no es lo que más necesitamos ahora mismo la verdad. Ni yo, ni tú, ni el que pueda sentir soledad. Pero es cierto que mis notas musicales suenan mejor cuando he pasado tormentas y miro hacia la orilla. Por el aprendizaje, por lo que me enseñó o por lo que perdí. O, por qué no, quizás ser sensible es tener una parte siempre melancólica y oscura. 


Pero hay cosas bellas dentro de las luchas diarias de nuestra vida; aunque no lo veamos; aunque no lo vea en ese momento. No lo sabe nadie mejor que tú mismo que es así.


Hacia muchos meses que no he sido capaz de entrelazar historias y pensamientos. No he sido capaz o no soy capaz lo suficiente y no me da miedo decirlo. Es un año convulso para todos; este 2020 está siendo un aprendizaje continuo. Y personalmente pasar por ese encierro de 47 días en el mes de abril por culpa de ese bichito que está cambiando el mundo fue un antes y después. O incluso antes, pero a todos nos está afectando de distintas formas y todas son válidas. Sobre información negativa, historias donde han perdido familiares o la ansiedad tocando la puerta a muchas personas. Pero no, no me voy a quedar en eso. NO. Me quedo con los que ayudan, los que sobreviven, los niños que están siendo un ejemplo al mundo, a esos padres y madres que hacen mil esfuerzos. A esos abuelos. A esos médicos que no tendremos suficientes aplausos para ellos.


Así que meses después aquí estoy con la música tarareando, sin guión. Bueno, miento. Tenía una idea de escrito y al final he hecho lo contrario. Mi segundo secreto: al final hago lo contrario y sin pretenderlo. Si es que la vida es planificación, es organizarse, pero también improvisación, no pensar tanto y sentir. Sin sentimientos ni saltos al vacío no hay sorpresas ni cascadas de agua fría. 


No sé si es muy común que se escriba en momentos difíciles, pero yo siempre hago la misma comparativa con el humor. Hacer reír es de las cosas que más valoro porqué no es nada fácil conseguirlo. En cambio, escribir de tus propias experiencias o pensamientos es mucho menos arriesgado. Para abrirse hay que ser valiente pero siempre acabamos destapando lo malo...lo que duele; lo que te quita el sueño. ¿Y lo bonito?

Una lección que debo aprender, que deberíamos aprender muchos. Escribo para provocar sentimientos, recuerdos, incluso viajes al pasado o al presente.


Si dijera algo que me ha hecho vibrar hoy sería como la fuerza de la gente ha hecho que un anciano de 85 años no lo echen de su casa. Jamás deberían pasar esas cosas, pero verle emocionado me ha roto. La unión de los que han gritado contra esa justicia ha conseguido un pequeño milagro. 
Me han sacado una sonrisa un comentario de un amigo o incluso esos abrazos que se sienten en el alma. 
Me quedaré con lo bonito que es decir te quiero. Decir te adoro SÍ. Aunque no lo recibas, aunque no sea de la misma forma. Dilo. Es precioso decir, es ser valiente. Es ser tú. 
Me quedaré con decir gracias. Porque sí, porque hay que ser agradecido, aunque sea porque te hayan preguntado cómo estás.
Me quedaré con ser capaz de tener una tarde en calma sin norias, sin ansiedad, sin opresión.
Las sonrisas son más necesarias que lo que creemos y nos perdemos tanto en no valorar, en no demostrar, en no ser capaces de dejar el miedo en la puerta.

Voy a seguir a caminar lento para encontrar mi camino de baldosas amarillas; siendo yo, aunque no guste; aunque no se comprenda , siendo uno mismo es el mejor paso que debes hacer en tu vida.


¿Con qué te quedas de bonito en el día de hoy?