sábado, 28 de abril de 2018

Pajarita...

Quien alguna vez ha tenido la necesidad de poner palabras a lo que piensa, sueña o recuerda sabrá que, casi siempre, la inspiración juega con uno mismo.Ella juega, se ríe de ti e incluso se esconde. 

Me encantaría ser de las personas que fueran metódicas al escribir, no ir a ráfagas de sentimientos o recuerdos pero es imposible; ella me viene a buscar cuando se antoja. Y vino. No la llamé, el ruido de fondo no la reclamaba pero las letras escritas me llevaron a ese escenario y surgió la historia imaginaria de dos. De él y ella. 

"Pajarita...tú fuiste la protagonista"

Parecía un día normal, el sol asomándose por la ventana y ella desperezándose de una noche plácida donde los sueños no tuvieron emoción. El espejo le recordaba que se tenía que dar color a su tez blanca, a esos ojos sin brillo, sin sorpresa. Y, como cada día, recogió su pesado bolso y se marchó arrastrando sus pequeños pies de bailarina hacia la fría oficina.
Ella aún no lo sabía pero, esa noche, le esperaba el mejor baile de su vida; de su historia...

No muy lejos de allí, él se ataba los zapatos mientras el café le esperaba en la cocina. Era el día de la función, de aquella prueba que esperaba con ansía desde hacía meses. Hoy su piano sonaría con canciones del alma. 


Y las horas pasaron. Poco quedaba para que el destino hiciera de las suyas.Ella se adentró en el restaurante sin saber que nada sería igual.El piano sonaba.Viajó al mundo de la música, al mundo donde no hay nada imposible. Y lo vio. Lo sintió. El azar ya jugó su partida.


Esas manos tocaban las teclas delicadamente, como si las acariciara con temor que desaparecieran y su mirada se perdió en ella.En la distancia. Fue inmenso. Fue mágico.Fue real. 
Extraña la emoción, extraña la manera de sentir dos extraños más comiéndose hasta el alma. 
Y las canciones sonaron, sonaron con la incertidumbre de qué pasaría al tocar el último acorde.Y se acabó. El acto terminó pero la función seguía; sin la menor duda.

Entraron sin conocerse y salieron dos almas unidas. Sin saber de su pasado ni su presente,sin saber de qué color eran sus miedos pero conocían la melodía de su fuego. Y se perdieron en las calles de la ciudad entrelazando sus manos sin pedir nada, sólo se dejaron llevar. 

El hogar de él les esperaba con temor y ansia, con fuego y delicadeza. Una fría habitación reclamando pasión fue el testigo de esas miradas, de esos anhelos no cumplidos en el pasado, del miedo de tener miedo. Significaba adentrarse a un nuevo mundo desconocido pero, a la vez, era necesario conocerlo. Y ella apareció. Estaba allí en la repisa, sin ningún fin explícito pero que sus manos quisieron probar.

Fuente: Pinterest.


Él nunca lo pensó que sería protagonista. No entendía cómo fue, cómo llegó hasta aquella habitación pero fue caminando besando cada palabra de ella, de ese fuego que le embriagaba. 
Ella olvidó el mundo, sólo existía ese instante, esa piel, ese olor que le hacía perder su razón. Esclava del reloj pero se dejó llevar. No había escapatoria. No la quería. 
Y fueron tres. La pajarita empezó a jugar en la mente de él, necesitaba sentir como su delicadeza acariciaba esa piel de emoción, ese dulce camino desconocido.Él sentía el poder en sus manos, siempre lo soñó pero jamás creyó que los sueños se hacían realidad; esos no.
La pajarita se fue perdiendo en cada centímetro volviéndola loca sin fin, era dulzura y pasión, una marea desconocida recorría su cuerpo dejándose llevar por él; era su marioneta. No le importaba. Creía en él. Ahora y siempre. Estaba perdida, su respiración se entrecortaba en cada gesto, en cada atadura que le provocaba mientras los besos fueron dibujando un camino cada vez más perverso.

Ardía, ardía sin poder remediarlo, sin querer detenerlo pero se estaba perdiendo en un clímax que jamás pensó que existía. Él lo sabía y jugaba, jugaba a cada respuesta de ella, a cada petición que esa boca reclamaba, su sabor le embriagaba a tal punto que la pajarita ataba cada vez más fuerte sintiéndola suya. Estaba perdido. Ya no podía ser él sin estar con ella. Temía depender de alguien. Lo deseó en su pasado pero jamás fue capaz de encontrar esos ojos que le hicieran perder la cordura. Pero llegó. Ella apareció.

Y poco a poco su fuego se consumió. Sin límites. Sin tabús. Sin palabras.No pudo detenerse, la sintió como se perdía uno con el otro en una simbiosis perfecta.Escribió nuevas partituras en cada centímetro de su piel para siempre.

La noche cayó y esa pasión descontrolada se convirtió en propósitos, en promesas y sueños, en lealtad y sensibilidad. Esa pajarita les convirtió en uno; estar en manos del otro por siempre.


1 comentario:

  1. Ya no hay ÉL ni ELLA, ahora hay UNO que se ha encontrado a su otra mitad fundiéndose con ella.
    Preciosa descripción, Isabella trata el tema con una sensibilidad exquisita que embarga el ánimo del lector.

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