Quien alguna vez ha tenido la necesidad de poner palabras a lo que piensa, sueña o recuerda sabrá que, casi siempre, la inspiración juega con uno mismo.Ella juega, se ríe de ti e incluso se esconde.
Me
encantaría ser de las personas que fueran metódicas al escribir, no ir a
ráfagas de sentimientos o recuerdos pero es imposible; ella me viene a buscar
cuando se antoja. Y vino. No la llamé, el ruido de fondo no la reclamaba pero
las letras escritas me llevaron a ese escenario y surgió la historia imaginaria
de dos. De él y ella.
"Pajarita...tú
fuiste la protagonista"
Parecía
un día normal, el sol asomándose por la ventana y ella desperezándose de una
noche plácida donde los sueños no tuvieron emoción. El espejo le recordaba que
se tenía que dar color a su tez blanca, a esos ojos sin brillo, sin sorpresa.
Y, como cada día, recogió su pesado bolso y se marchó arrastrando sus pequeños
pies de bailarina hacia la fría oficina.
Ella
aún no lo sabía pero, esa noche, le esperaba el mejor baile de su vida; de su
historia...
No
muy lejos de allí, él se ataba los zapatos mientras el café le esperaba en la
cocina. Era el día de la función, de aquella prueba que esperaba con ansía
desde hacía meses. Hoy su piano sonaría con canciones del alma.
Y
las horas pasaron. Poco quedaba para que el destino hiciera de las suyas.Ella
se adentró en el restaurante sin saber que nada sería igual.El piano
sonaba.Viajó al mundo de la música, al mundo donde no hay nada imposible. Y lo
vio. Lo sintió. El azar ya jugó su partida.
Esas
manos tocaban las teclas delicadamente, como si las acariciara con temor que
desaparecieran y su mirada se perdió en ella.En la distancia. Fue inmenso. Fue
mágico.Fue real.
Extraña
la emoción, extraña la manera de sentir dos extraños más comiéndose hasta el
alma.
Y
las canciones sonaron, sonaron con la incertidumbre de qué pasaría al tocar el
último acorde.Y se acabó. El acto terminó pero la función seguía; sin la menor
duda.
Entraron
sin conocerse y salieron dos almas unidas. Sin saber de su pasado ni su
presente,sin saber de qué color eran sus miedos pero conocían la melodía de su
fuego. Y se perdieron en las calles de la ciudad entrelazando sus manos sin
pedir nada, sólo se dejaron llevar.
El
hogar de él les esperaba con temor y ansia, con fuego y delicadeza. Una fría
habitación reclamando pasión fue el testigo de esas miradas, de esos anhelos no
cumplidos en el pasado, del miedo de tener miedo. Significaba
adentrarse a un nuevo mundo desconocido pero, a la vez, era necesario
conocerlo. Y ella apareció. Estaba allí en la repisa, sin ningún fin explícito
pero que sus manos quisieron probar.
Él
nunca lo pensó que sería protagonista. No entendía cómo fue, cómo llegó hasta
aquella habitación pero fue caminando besando cada palabra de ella, de ese
fuego que le embriagaba.
Ella
olvidó el mundo, sólo existía ese instante, esa piel, ese olor que le hacía
perder su razón. Esclava del reloj pero se dejó llevar. No había escapatoria.
No la quería.
Y
fueron tres. La pajarita empezó a jugar en la mente de él, necesitaba sentir
como su delicadeza acariciaba esa piel de emoción, ese dulce camino desconocido.Él
sentía el poder en sus manos, siempre lo soñó pero jamás creyó que los sueños
se hacían realidad; esos no.
La
pajarita se fue perdiendo en cada centímetro volviéndola loca sin fin, era
dulzura y pasión, una marea desconocida recorría su cuerpo dejándose llevar por
él; era su marioneta. No le importaba. Creía en él. Ahora y siempre. Estaba
perdida, su respiración se entrecortaba en cada gesto, en cada atadura que le
provocaba mientras los besos fueron dibujando un camino cada vez más perverso.
Ardía,
ardía sin poder remediarlo, sin querer detenerlo pero se estaba perdiendo en un
clímax que jamás pensó que existía. Él lo sabía y jugaba, jugaba a cada
respuesta de ella, a cada petición que esa boca reclamaba, su sabor le
embriagaba a tal punto que la pajarita ataba cada vez más fuerte sintiéndola
suya. Estaba perdido. Ya no podía ser él sin estar con ella. Temía depender de
alguien. Lo deseó en su pasado pero jamás fue capaz de encontrar esos ojos que
le hicieran perder la cordura. Pero llegó. Ella apareció.
Y
poco a poco su fuego se consumió. Sin límites. Sin tabús. Sin palabras.No pudo
detenerse, la sintió como se perdía uno con el otro en una simbiosis perfecta.Escribió
nuevas partituras en cada centímetro de su piel para siempre.
La
noche cayó y esa pasión descontrolada se convirtió en propósitos, en promesas y
sueños, en lealtad y sensibilidad. Esa pajarita les convirtió en uno; estar en
manos del otro por siempre.